diumenge, 1 de gener del 2012

La nuestra es una de esas historias de las que no se quiere saber el final porque ¿cómo va a acabar bien? Lo hicimos todo tan retorcidamente mal que ya ni siquiera sabíamos que inventarnos, todo el mal posible estaba causado. Y pasé uno, dos, tres e incluso cuatro días sin saber de ti; fue cuando empecé a sentir que algo faltaba. Pasó una semana, el vacío me empezaba a consumir. El día en que tu ausencia cumplió un mes yo ya estaba pálida; a razón de no dormir, no comer, en definitiva: no ser persona. Ser nada. Ser la nada que huye hasta el fin del mundo arrasando con todo lo que topa por el camino, estando tan asustada que lo único que le importa en ese momento es huir; sin pensar en consecuencias ni en daños posteriores ni en el dolor eterno que podría suponer cualquier mísero movimiento. Y hasta aquí hemos llegado vida mía, hasta el punto de máxima ignorancia, de máximo placer por el momento, de máxima tortura en el futuro. Máximo desprecio hacia los demás. Máxima dejadez hacia uno mismo. Odio tener que reconocerlo, pero tenías razón, lo nuestro no lleva a ninguna parte.

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