dimecres, 31 d’agost del 2011

caprices

 Seh, los caprichos son mi perdición. Caprichos y más caprichos que hay en mi. Hoy quiero una tele, mañana una moto y el mes que viene no quiero nada. Justo ayer me di cuenta de que en esta vida muuuuuuuuuchas veces me van a negar muchísimas cosas. Me dirán: no puedes comprarte esto, eso de allí es demasiado caro, esas sandalias son de mala calidad así que no pienso comprártelas. Estas son las típicas frases que le sueltan a una niña de trece años, sí, yo; cuando no quieren o no pueden darle lo que quiere. Pero, ¿y qué pasa cuando la edad se multiplica, y con ella los problemas? Ahora ya no te niegan unas sandalias de plástico, ahora lo que no tienes es plaza para la universidad, trabajo o marido. Me estoy dando cuenta de que la madurez no solo te enseña a no ir saltando por la calle, también te enseña a como actuar y a como pensar en momentos en los que te falta algo. Te enseña a no desesperarte cuando no tienes lo que ansías tener, cuando no puedes comprar el cariño que te falta, cuando no puedes pagar el coche que deseas. También te enseña a rebajarte, si tu presupuesto no llega para comprar un bolso de Prada, cómprate uno de Zara.

La madurez, a mi todavía no me ha enseñado nada, porque no me ha llegado. Sigo queriendo un iPod touch que vale más que todas mis pertenencias, sigo queriendo ese precioso bolso de Hazel, un portátil VAIO, una cámara reflex con mogollón de objetivos y ser jugadora profesional de balonmano. Quien sabe si conseguiré algo de esta lista... Solo sé que a lo mejor, esto son solo caprichos, y por los caprichos no se lucha. Solo se lucha por lo que de verdad quieres, lo que necesitas para seguir estando viva. Y no necesito un iPod, un VAIO o un Hazel para seguir viviendo; necesito ir poco a poco, lentamente, pasito a pasito, meta a meta; sueño a sueño, y lo que quiero y necesito, algún día, se llegará a cumplir.

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