diumenge, 8 d’abril del 2012

Los finales siempre son merecidos.

  Y más de una semana con una ausencia de sentimientos impresionante me dispongo a seguir vomitando palabras.

 No sé cómo ni por qué, pero de la noche a la mañana he pasado de idolatrarte a odiarte. No me preguntes qué ha pasado, qué ha cambiado ni quién de los dos tiene la culpa, es imposible averiguarlo; démosle la culpa al viento. Fue quien nos transportó a un universo paralelo absteniéndonos de miradas repletas de desaprovación y personas llenas hasta rebosar de envidia. Este mismo viento es el que nos ha vuelto a transportar, el viento que nos unió ahora nos separa y nada ni nadie podrá cambiarlo, ni siquiera nosotros mismos.


 Podríamos darnos la culpa a nosotros, podemos pensar que lo hemos destrozado todo poco a poco. Lo típico de "si no hubiera abierto la ventana el viento no lo habría destrozado todo", ¿pero a quién queremos engañar? si no nos hubiera separado el viento lo habría hecho el fuego o el agua, cualquier cosa iba bien contal de que no nos pudieramos coger nunca más de la mano.

 El destino está escrito, lo sé, y por muchas variantes que le podamos hacer el final siempre será el mismo, siempre será triste, siempre será el merecido.

Lo único que te pido es que sonrías por encima de cualquier cosa.

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