diumenge, 23 de juny del 2013

 Se levantó, me abrazó y, finalmente, me besó. Apartó el control sobre sus sentimientos y se dejó llevar. Quería saborear aquel momento de alegría después de tanto tiempo de sólo ver la oscuridad del horizonte. Necesitaba sentir la respiración cálida de alguien sobre su sensible piel. Le urgía sentir el tacto de sus manos sobre todas las partes de mi cuerpo; y, sin darse cuenta, nos unimos para después dejarnos caer sobre la cama.

 Temblaba, y cada vez que rozaba mi piel sentía sus órganos en un movimiento incontrolado. Me besó el cuello, después las mejillas y volvió a la boca. Su mano se convirtió en un ser con voluntad propia que buscaba rincones secretos que emanaban placer; y yo me dejé llevar mientras cerraba los ojos e imaginaba mi héroe en un sueño que se estaba haciendo realidad.

 Y diez minutos después de que nuestros corazones hubieran bombeado la sangre de toda una vida,  recuperamos el aliento y nos dormimos entrelazados de piernas y brazos.

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